y de furor de predominio- una superchería incapaz de garantizar absolutamente nada, ni menos de inmunizar a nadie contra las ciegas necesidades amoralmente funcionales de la fuerza. No hay, pues, carisma alguno contra el riesgo de que lo que acabe con las democracias no sea tanto la insidia de sus antagonistas, como pretende el panfleto de Revel, cuanto su propia y entusiástica entrega al proceso de militarización universal.