anécdotas de inexistentes sobrinas, sacar a relucir tu labor pastoral: mostrar que no eres el horrible sátiro que ella creía sino un Reverendo profesor de la Escuela de Cristo oxoniana. Al tiempo que el kapo se confunde en excusas e intenta besar torpemente el emblema de tu noble y espiritual magisterio, deberás resistir con todas tus fuerzas a la sublime tentación que te hostiga: levantar de golpe las faldas al monstruo y dejar escurrir el diminuto ratón por sus muslos bulbosos en dirección a la