distante y seca que de costumbre. Parecía gravemente ofendida. Y esa actitud suya que, en realidad, me resultaba muy familiar, provocaba en mí un sentimiento de congoja, como un sollozo que no podía salir. Finalmente, me sentaba en algún rincón y me entregaba de lleno a un llanto liberador, dulce y amargo. Cuando ella me descubría, me preguntaba contrariada: "¿Por qué lloras?" Y yo tenía siempre la misma respuesta: "¡Porque me
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SENTARI.1 - Colocar(se) apoyado en algún sitio descansando sobre las nalgas