Texto contextualizado: |
, verificada nuestra identidad, cerraba con pasador, llave y cadena. Era quien tal hacía un maduro caballero de atlética complexión. Sus facciones y modales reflejaban lo elevado de su cuna. Llevaba el pelo grisáceo pulcramente esculpido a navaja, tenía la tez muy bronceada e irradiaba, en conjunto, esa aura de charcutería cara que suele envolver a los cincuentones que trabajan su apariencia corporal. No debía de ser éste, sin embargo, el secreto de la felicidad, porque el caballero |
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