un siglo. El niño le miró con asombro. --No te creo. --No tardaré en demostrártelo, Crispín. El día en que trajeron a la abuela, Miguel había cogido el pequeño sillón que hacía tanto tiempo que no utilizaba y lo había arrastrado hasta la antesala. Allí, refugiado en la semioscuridad de un rincón, vio cómo dos hombres con bata blanca la entraban en una silla de ruedas. Tenía los ojos cerrados y en la visión momentánea de aquellos dos