se asomar por el bolsillo de mi chaqueta, fue motivo de algún que otro comentario por parte de él; comentarios que no tenían otro fin que el de demostrar -de forma un tanto impertinente y molesta- su cultura. Otras veces utilizaba el libro para gastarnos alguna broma. Recordarás, por ejemplo, que cuando algunas veces estábamos a solas, nos llegaba de lejos la voz de Fulvio, que burlonamente nos tarareaba algunos de los versos que Fogazzaro había intercalado en su