partes iguales por los empleados de la empresa y por morbosos transeúntes que esperaban con delectación ver aparecer cuerpos calcinados y otros espectáculos de mal gusto. No me pasó desapercibida, con todo, la presencia conspicua de varios coches-patrulla y, no deseando un encuentro con la policía, por razones que no hace falta explicitar, y teniendo otros asuntos más apremiantes que atender, me despedí de la recepcionista, me adentré en la masa de mirones, siempre con María Pandora en brazos y don