leyenda: que usted lo pase bien. A los pies del esqueleto aún se podían distinguir retales putrefactos de lo que en el siglo debió de ser su vestidura talar. Casi se me cae la vela al suelo cuando sentí una mano posarse en mi antebrazo. Era, sin embargo, la Emilia, que se había reunido conmigo. --Vuelve a la celda --le dije-- y espera a que lleguen los monjes. --¿Tú vas a entrar ahí? --