"pucheros", los llamabas--, sonreí para mí misma al pensar que ojalá y hubiera una Angelina que cuidara de mí y me rogara interrumpir tan sólo un momento para comer un poco, y continué hasta la noche convulsivamente, empezando una y otra vez. Pensé que tu espíritu se había posesionado de mí, que eras tú y no yo el que estaba dentro de mí, que este deseo febril de pintar provenía de ti y no quise perder un segundo de tu