unas estrellas que se equivocaron de puerta... Me gusta que todo se divida en dos; que haya dos de cada uno, abuelita, que nada sea único e irremplazable. La detentadora de los inventarios era la tía Veronique. Los revisaba con su lápiz en la mano, corrigiendo las faltas de ortografía, poniendo crucecitas, tachando y añadiendo, reconstruyendo en la memoria viejos muebles inexistentes. "¿Te acuerdas de aquel biombo de dieciocho hojas de la época de Kien-Long?"