sobre la mesa. Uno de ellos, despechugado, enseñaba un negrear de vello crespo. Cambiaron unas cuantas frases y llamaron a Hilaria: "El niño tiene que pasar a la incubadora, le vamos a poner suero, hay que fortalecerlo. Puede usted venirlo a ver todos los días de tres a cuatro". --¿Estará fuera de peligro? --preguntó ansiosa Mónica. --Sí, señorita. --Muchas gracias, doctor.