Es cierto que ha desaparecido el amor. Pero no es sólo eso. Me asusta ver que no tenía razón alguna para torturarte: haz esto, no lo hagas, ven, quédate, arrepiéntete... Algo que no puedo precisar se me ha escapado entre los dedos. Soy un predicador que ha perdido la fe, y te pido perdón. Por lo demás, no me importa lo que haces. Hasta tus rasgos se me escapan. Los veo descolocados, dispersos