con la reina. Pero precisamente esa hazaña no entusiasma al viejo. -Eso no es muy de dioses --comenta con desdén-. No tiene mérito. La gracia está en camelarse a la tía con la cara de uno y jugársela los dos sabiendo que están poniendo unos buenos cuernos... Y perdone, señora. El viejo se ha dirigido a la doctora Rossi, que le sonríe: -No se disculpe, amigo Salvatore... ¿ Me permite llamarle Salvatore