Olvidando a la bicha, corre a la alcobita. Anunziata ya está allí susurrando consuelos, pero el niño no se calma. La mujer pide ayuda al viejo: también ella ha observado que la voz grave sosiega al chiquillo. Quizás desea volver también cuanto antes a su amada aspiradora. En cualquier caso, el abuelo tararea una tranquila tonada campesina. Pero --cosa rara- Brunettino sigue chillando, agita los puñitos, se congestiona como si le diera un ataque... Hasta se