Y Genoveva asintió. --He buscado al antiguo propietario, un payés desconfiado que al principio no recordaba nada. Luego se fue ablandando y me dijo: «Se la vendí a un señor que me mandó la agencia. Me la pagó bien. Me contó que algún día vendría a morir aquí... Hacía calor. En la chimenea, los troncos eran una gran brasa palpitante. Genoveva parecía tranquila. La revelación del propósito de David había sonado absurda y lejana: «Vendré