creía el único o al menos el auténtico núcleo del que yo amaba. Sí; ese David existía, pero se estaba transformando a sí mismo. Con Genoveva penetrarás por fin en ese mundo que siempre perseguíste. Su brillo te atraía desde que eras muy joven. Cuántas veces mirabas con codicia los yates en el puerto de Ibiza, ¿lo recuerdas? Decías: «Cualquier barco, cualquier velero para perderse por el mar.» Pero tu barco era aquel de