sus párpados lo delataba. Intentando sonreír, pidió a su nieto que no se preocupara si alguna vez la veía con lágrimas en los ojos: siempre había sido alérgica, alérgica a mil cosas desde que tuvo uso de razón. Miguel asintió muy serio y ella añadió que el abuelo no lo sabía y que no quería que se enterara: para qué iba a preocuparse por su salud, no valía la pena. Entonces el niño bajó la vista y descubrió que, sin