peso del cuerpo de Wilhelm Storitz, traspasado por el acero el Corazón.» Alzó desconcertado la vista. --Dónde lo has encontrado. --En el dormitorio grande, pero igual podría haberlo tomado de una biblioteca pública. Carlos asintió con ese gesto breve que se había hecho tan habitual en él y leyó los párrafos que narran la destrucción de todos los frascos que contenían el elixir de la invisibilidad. Cuando dejó caer el libro sobre la cama, Miguel contemplaba pensativo el