padre; él sería un estímulo para ayudarle a vivir. David sonrió al padre, y desde la revista abandonada en la butaca, la princesa le sonrió a él. También en ese mundo de princesas la ciencia era estimada y exaltada. Recordó las reseñas de la gran sociedad: «A la fiesta asistió la aristocracia de la sangre, las artes y las ciencias...» El científico era un aristócrata. «Aristoi, del griego, los mejores.» David volvió