puso en guardia a Julián. Algo, tras la frente tersa de Genoveva, estaba pugnando por salir. Una confusa noticia, una presunción, una sospecha. Y una vez más se dirigía a él para pedirle asentimiento, para exigirle complicidad, información. «El día que tú y yo nos conocimos --se repitió Julián, mientras el fuego del licor abrasaba su garganta y una conocida exaltación ascendía hasta su cerebro--. El día en que nos conocimos estábamos citados