vigorosas. A rachas, la lluvia acudía en ayuda del viento. Era febrero, martes, las nueve de la noche, pero parecía mucho más tarde. Por las calles oscuras se deslizaba de vez en cuando una sombra inclinada, esquivando de costado el empuje del Sur. Parpadeaban las farolas, y justo al poner el pie en el portal la luz se fue del todo. David entró de prisa, buscó a tientas el primer escalón y gritó: --Lucía, abre