Querido David: Hoy cumplo cuarenta años. En este desgarrón que nos marcan las fechas, hago un balance involuntario de mi vida y sólo encuentro una renuncia que me duele: el hijo que nunca me he decidido a tener. Me inquieta confesar que he perdido la más gloriosa recompensa concedida a mi sexo. Lo he hecho y me duele, pero no me arrepiento. Ha sido un empeño lúcido. He deseado tanto ser libre y dueña de mí misma... No he querido