Y replica sarcástico: -¿Autoridad? ¿De qué Gobierno? El guardia, desconcertado, se irrita y se vuelve más inquisitivo. El corro de curiosos aumenta y el guardia acaba llevandose al viejo hasta un teléfono desde donde consulta a sus superiores, sin que el viejo se atreva a echar a correr porque la huida le delataría y, además, la sangre perdida por su última herida le quitó fuerzas. «Me haré el tonto», decide mientras el guardia
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