y docenas de japoneses examinar a la Gioconda con gafas especulares ahumadas, ha renunciado a estos baños intensivos de conocimiento, estas dosis masivas de píldoras culturales que, paradójicamente, producen en su ánimo el efecto opuesto: un deseo vehemente de dinamitar el lugar y salir precipitadamente a la calle. Su fobia lamentable a galerías y pinacotecas admite con todo alguna excepción: la de las consagradas al crimen y horror, el Gran Guiñol y figuras de cera. De vez en cuando -y