siguen siendo o sintiendose excluidos. Pero la verdadera y más profunda discordia está en el alma de cada uno. El futuro se ha vuelto la región del horror y el presente se ha convertido en un desierto. Las sociedades liberales giran incansablemente: no avanzan, se repiten. Si cambian, no se transfiguran. El hedonismo de Occidente es la otra cara de su desesperación; su escepticismo no es una sabiduría sino una renuncia; su nihilismo desemboca en el suicidio y en