la intención de abrazarte, con la esperanza de descubrir que aquella pesadilla se había desvanecido. Pero cuando llegué a tu puerta, tan solitaria en otro tiempo, no me dejaron pasar. Había allí personas desconocidas que parecían haberse apropiado de tu cuerpo. Eran un médico forense y dos policías. Uno de ellos estaba muy delgado: advertí que los pantalones le quedaban muy anchos. Ya ves, en aquellos momentos de extremo dolor se destacaba ante mis ojos una realidad anodina