pero ahí está ese corderillo, ahí... » Esta última idea le asombró y, más todavía, sentirla sin avergonzarse. «¿Será posible? ¡Si yo hubiera sabido antes...! » Como tirando de unas riendas paró en seco sus cavilaciones al asomarse --como suele últimamente- a desconocidos vericuetos interiores por los que se acercaba una figura. Pero no cerró sus ojos a la repentina evocación de Dunka, pues también esos sentimientos los hubiera explicado ella: