tristeza. Yo creía que las viejas heridas habían cicatrizado. Por fin murmuré: --Anoche. --¿Por qué no te venís con nosotros? Hay cuartos de sobra. --Me hubiera gustado, pero mañana viajo a París --mentí para no exponerme a un encuentro que no sabía cómo me afectaría. --Si mi mujer sabe que estuviste en Venecia y que te vas sin verla, no me perdonará. Esta noche dan Lorelei de Catalani, en La Fenice