frito. El protagonista de nuestro relato -identificable a distancia gracias a su impermeable y sombrero de fieltro-- escucha con ese aire suyo de ausencia y lejanía, de estar pensando siempre en otra cosa -afortunadamente para él no ha sido inventado todavía el detector de ideas--, el discurso un tanto teatral, innecesariamente enfático de un cicerone cuya principal particularidad física es la enorme verruga, casi el bulbo, que obscenamente le crece entre las cejas. La idea de embellecer la actual