diurna y otra nocturna. Eso sí, porque Sepúlveda la consideraba insustituible, no faltó nunca a la operación de los pacientes que entraban ni al examen final de los que salían. Fueron felices por largos años. Los celos de Olinden empezaron probablemente la noche en que Viviana, hablando de quién sabe qué, dijo que él era inteligente «pero, claro, no tanto como Sepúlveda»: palabras que le helaron el alma. Con el tiempo se sobrepuso y, echando todo