ojos en el primer vistazo. Después accedería al portal con decisión, sin titubear acerca del piso, dedicando una sonrisa al portero. Recordaba, a pesar de los largos períodos de ausencia al correr de los años, que jamás necesitó consultar una dirección. El portero la observaría mientras ella aguardaba, ante los ascensores, de espaldas a él, que alguno diera señales de aproximarse a la planta; o acaso, en una típica reacción masculina ante un cuerpo hermoso y veterano
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