ahora se iban a ver con mucha frecuencia. Vendría cada dos o tres meses, se lo prometía. A las seis la abuela entró con la merienda y permaneció junto a Miguel hasta que se la hubo tomado. El niño habia notado que nunca estaba demasiado simpática con su madre y, en aquella ocasión, le molestó que buscara con la mano en su cuello el cordón del escapulario y preguntara en voz alta, para que Mercedes lo oyera: --¿Sigues cumpliendo el