del hangar, obstinándose en decir que no, que eso no tenía que pasar así entre gritos y paja podrida, resbaló una vez más al moviente estado en que todo fluía como creandose en el acto de fluir, un humo girando en su propio capullo que se abre y se enrosca en sí mismo, el ser en olas, en el trasvasarse indefinible que ya tantas veces la había mantenido en suspensión, alga o corcho o medusa. Con esa diferencia que Janet