amigos y amigas, compañeros difíciles para mi insoportable independencia. He encontrado un pequeño apartamento, una vieja mansarda en el oeste de Manhattan, donde las mansiones conservan la estructura solemne de un pasado glorioso. A partir de mi nueva calle empiezan los territorios hispanos, alto Broadway, frontera de miseria, límite del idioma, refugio de los desamparados. Hoy, cuando regresaba, ya tarde, a casa, había una mujer sentada en un banco con dos niños dormidos a su lado