se fueran a alterar de pronto su espíritu pastoral para vengar una muerte cuyos culpables podíamos ser todos. En cambio nadie pensó en una represalia de la familia de Plácida Linero, que fueron gentes de poder y de guerra hasta que se les acabó la fortuna, y que habían engendrado más de dos matones de cantina preservados por la sal de su nombre. El coronel Aponte, preocupado por los rumores, visitó a los árabes familia por familia, y al menos por esa vez