leme acaso herido de nuevo con la contemplación de tu encierro. El alcohol luchaba con la memoria que, sin embargo, de vez en cuando, entreabría sus grietas. Se agrietaba mi memoria y en cualquier rincón de Monteoscuro volvía a asaltarme tu rostro. »Un día me quedé demudado. Paseaba cerca de uno de los mausoleos monumentales de la ciudad cuando me crucé con una muchacha que tenía tus mismos ojos vivos y negros. No sé si fue la penumbra o