lele camino que se había trazado, amparandose en el nombre de los caídos para meter de matute su propia gramática parda y desactivar cualquier ideología que le pudiera hacer competencia. Tres años después de la muerte de José Antonio, cuando se inició el espectacular traslado de sus restos al monasterio de San Lorenzo de El Escorial, la Falange ya se había adulterado, unificada bajo el control del Régimen, y muchos de sus miembros se habían convertido en inoperantes corifeos del ganador glorioso