profesional. Ahora bien, ¿dónde estaban las fronteras entre este terreno y el de la vida privada? Ya hemos visto en el capítulo anterior cómo el actor José Nieto -y, por supuesto, no era el único hombre que opinaba eso- hacía coincidir a la mujer ideal con la secretaria particular ideal, conocedora de sus gustos y de sus ocupaciones. Por eso existen en la prensa de la época algunas advertencias, más o menos alarmistas, sobre el peligro que en