que controlaban férreamente ediciones y exposiciones --toda vocación naciente-- cerrando el paso a cualquier iniciativa artística en libertad. Marescu habló además de «favoritismo» y de «amiguismo», que no siempre beneficiaban a los mejores, y acabó exigiendo para el artista la máxima libertad, la rotura de las esclerotizadas y dominantes instituciones estatales, que segaban toda idea creadora. Además, subrayó el carácter cerrado y elitista que para él tenía el Arte. Pero Adriana no se sintió amedrentada y