lo y convincente a la hora de persuadir a aquellas «chiquitas standard» de que no iban por buen camino. ¿No querían cazar un marido? Pues bien, todo el mundo lo sabía, sus métodos no eran los eficaces para atraer a un hombre verdaderamente varonil ni para hacer su felicidad. Se les predicaba esto en todos los tonos desde los consultorios sentimentales de las revistas: No evoluciones ni finjas una desenvoltura que es la triste plaga de las coquetas 1942. Son