a la derecha. Al llegar a Garay, Arturo dijo: --¿Cuánto debo? Bajo acá. --Vamos a ver: ¿viajó, sí o no, en el asiento de los amigos? --Sin esperar respuesta, concluyó el cochero: --Nada, entonces. Porque faltaba la desordenada animación que habitualmente había en la zona, la mole gris amarillenta de la estación parecía desnuda. Cuando Arturo iba a entrar, un vigilante le preguntó: