arrimado otras) vi arlequines, colombinas y dos o tres dominós. En el acto supe cuál era Daniela. El brillo de sus ojos, que miraban desde el antifaz, no dejaba lugar a dudas. Con visible nerviosidad, Massey consultó el reloj y anunció: --Está por empezar. --Mentalmente pedí que no insistiera con la historia de que si llegábamos tarde no entraríamos. Lo que dijo me enojó más. --Esperame en el palco. «Qué se cree
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