Brescia, pero me alegraba de tenerlo a mi lado, por si me interrogaba algún policía. Subimos la cuesta. Por una callecita llegamos a la avenida, frente al parque. El ómnibus estaba donde lo dejamos y el chófer conversaba animadamente con un policía de uniforme verde. Apenas tuve tiempo de retroceder y parapetarme contra la pared de un quiosco. Por el portón del parque salía el grupo de turistas, con el guía a la cabeza, perorando a voz en