En cuanto al temor de Pilar Primo de Rivera de que alguna española escapase a su influencia, era totalmente infundado. Porque, aunque el número de las afiliadas a la Sección Femenina no coincidiera, como tal vez su jefa habría deseado, con el censo total de las muchachas españolas, el verdadero poder de aquella organización se ejercía a través del famoso Servicio Social, inesquivable requisito para obtener trabajo y cuya obligación comprendía a todas las mujeres solteras o viudas sin hijos desde los