. Encontró a mi madre en el comedor, con un traje dominical de flores azules que se había puesto por si el obispo pasaba a saludarnos, y estaba cantando el fado del amor invisible mientras arreglaba la mesa. Mi hermana notó que había un puesto más que de costumbre. --Es para Santiago Nasar --le dijo mi madre--. Me dijeron que lo habías invitado a desayunar.