país, sus inquietudes artísticas, las bibliotecas y museos de París y de Londres, Francesca, Monteoscuro... Se había refugiado entre unos montes elevadísimos, cerrados, junto a la orilla de un lago, en un balneario, no para curar ningún mal del cuerpo, sino para aliviar algunas heridas -todavía no cerradas- de su ánimo. Intentaba, simplemente, recuperar la plenitud para su vida.