nos los ambientes. Recuerdo por ello, de modo especial, aquel ir y venir tuyo --los larguísimos cabellos negros caídos sobre la capa que habías traído puesta en el viaje, el candelabro de tres brazos en la mano--, para revisar los rincones de la casa, los restos de la rapiña. »¿Quién podía poner freno a aquel abuso? Como Peter, tú también estabas sola en el mundo y yo no tenía el más mínimo poder legal para aliviar la