porque ya desde el principio habían salido a jugar en perdedores. Pues bien, es una impresión subjetiva mía -a la que, por tanto, no quiero prestar más fe ni pido que se le otorgue mayor crédito que el que merece una pura impresión indemostrable- la de que en la mortal tristeza de los rostros de los muchachos del equipo argentino (que la pantalla fue recorriendo uno por uno antes del partido, mientras sonaba el himno de su patria) lo que se