lome la injusticia, tienen cifrada en esa teología sus esperanzas; con lo cual, sin quererlo ni advertirlo, el bienintencionado defensor venía a sustentar, de modo implícito, la proposición, perfectamente cínica, de que una doctrina puede merecer ser defendida, ya que no a causa de una verdad de que carece, sí por la calidad y la multitud de aquellos a los que engaña). En cuanto al que parece ser tal vez el único elemento no hueramente