lameselas, y dejaba ahí la frase interminada, como desfallecida, como exhausta; pero quedaban, sin lugar a dudas, en el aire, gravitantes, las palabras omitidas: "tanta muerte, tanto padecimiento, tanta destrucción". Se notaba también que un cierto tacto persuasivo le había hecho elegir idea, mejor que lucha, como la había llamado el capitán. Se me había hecho una concesión: se había admitido la posibilidad de que aquello -su idea